martes, 8 de junio de 2010

Los Stones de vuelta al exilio y el simulacro perfecto del rock



Los Stones de vuelta al exilio y el simulacro perfecto del rock
Parte I

En un famoso cuento de Borges, un cartógrafo, a petición del emperador, construye un mapa sobre el Imperio. Tras varios intentos, desaprobados todos por el emperador, el cartógrafo hizo finalmente un mapa que cubría todo el Imperio. Con el paso del tiempo, éste se desplomó, quedando sólo la representación de él, el mapa. El filósofo francés Jean Baudrillard se refirió a este tipo de fenómenos como simulacros, donde la simulación comienza a preceder a lo real, tal como sucedió en la película Matrix -por lo demás inspirada en Baudrillard-: donde de lo real sólo quedaban ruinas, por lo que Morpheus recibe a Neo exclamando "Bienvenido al desierto de lo real".

Los Rolling Stones, británicos todos ellos, comenzaron haciendo covers de música de Norteamérica, el paraíso musical desde el horizonte de la Inglaterra de la década de los cincuenta y sesenta. Muddy Waters (a quien le deben el título de la banda), Howlin Wolf, Buddy Holly, Robert Johnson, Willie Dixon, Chuck Berry, entre otros, conformaban su buen repertorio, con piezas magistrales como "Little Red Rooster". Con el paso del tiempo (unos pocos años en realidad), los Stones trazaron su propio camino, con obras maestras como Beggar's Banquet (1968), Let it Bleed (1969), Sticky Fingers (1971) y, desde luego, Exile on Main St. (1972).

¿A qué viene todo lo anterior? A que, en primer lugar, creo que si bien los británicos Stones comenzaron emulando el blues y rockabilly norteamericano, con Exile lograron, curiosamente, el mejor álbum americano en la historia del rock. Además no lo hicieron en América, sino hundidos en un sucio y polvoriento sótano en el sur de Francia. El simulacro perfecto del rock. Exile no tiene temas exitosos como "Satisfaction", "Brown Sugar", "Gimme Shelter" o "Street Fighting Man". No se debe buscar en él temas aislados (como, me parece, sí se puede hacer con buena parte de su discografía posterior, con algunas excepciones). Su virtud está en su conjunto, en que, en un álbum doble, es todo un viaje de blues, country, boogie, folk, gospel, rockabilly, R&B, soul, todo con el particular toque de los Stones.

Y es que los Stones estaban en verdad exiliados en la villa Nellcôte de Keith Richards al sur de Francia con el fin de evadir impuestos en Inglaterra. Mansión mítica (presunto cuartel para la Gestapo, topos de los excesos de los Stones). El refugio musical fue la penumbra del sótano, en el que no todos los Stones participaron por igual. Las sesiones eran nocturnas y Richards estaba al frente, acompañado principalmente del joven y virtuoso guitarrista blues Mick Taylor, de Charlie Watts y del invitado especial, el saxofonista Bobby Keys. Así, Exile es el álbum de Richards, de Richards hundido en el sur de Francia, de Richards en los abusos de la heroína: “ni siquiera puedo sentir el dolor”. Sus inconfundibles riffs abren con gran fuerza el álbum en la brutal "Rocks Off", mientras que, solitario, escribió su pieza acaso menos satánica: "Happy". Después de “Rocks Off” la furia de los Stones se desata en la rocanrolera "Rip This Joint", como si enormes rocas te persiguieran montaña abajo. Y uno de los momentos cumbres del sotano: la groovy “Tumbling Dice”, donde destacan las figuras de la guitarra de Richards, el bajeo funky de Taylor (quien reemplazaba a Wyman) y la cautivadora voz de Mick Jagger.

Tumbling Dice (soundcheck, 1972)


Rocks Off


El ambiente de Exile va relajándose en el (originalmente) segundo lado del primer disco, el sublime momento country-folk del álbum, el paraíso perdido americano (el vino y los dulces y amargos frutos de Californiaa) con la melancólica armónica en "Sweet Virginia", con el destacado solo de sax de Keys; la vagabunda-Gram-Parsoniana "Torn and Frayed" y la desoladora y sureña "Sweet Black Angel". Jagger ya no celebra al azúcar negro, a la mujer afroamericana (a la que, decián algunos, los Beatles nunca le hubieran cantado -bueno, Lennon hizo algo cercano con "Woman is the Nigger of the World"), sino denuncia la esclavitud en las plantaciones, y en una imagen humpty-dumptesca canta "Ten little niggers sittin on de wall, her brothers been a fallin', fallin' one bye one" y al final aboga por la liberación del dulce esclavo negro, del dulce ángel negro. El momento más crudo del álbum.

Torn and Frayed


Después de Francia el exilio continuó en Los Angeles, donde Mick Jagger, cansado del rock, tuvo una mayor presencia. Ahora Richards estaba ausente. Era otro Exile. Con el magnífico tecladista Nicky Hopkins grabaron uno de los mejores temas del álbum, “Loving Cup”, con Keys y Jim Price en la sección de metales que llegan al clímax “What a beautiful buzz”. Desde luego, también los asesinos slides de Taylor en "All Down the Line". Pero el toque de Los Angeles fue el góspel, acaso por la visita a una iglesia evangélica. Y también por la presencia de nada más ni nada menos que del tecladista Billy Preston. El resultado, los desgarradores lamentos de Jagger en “Let it Loose” ("I can't resist a corny line"..."I ain't in love, I ain't in luck") que se mezclan con los potentes coros de cantantes gospel, y una nueva versión de “Get a Line On You”, canción que el vocalista de los Stones escribió sobre la adicción del líder originario de la banda, Brian Jones. El resultado: “Shine a Light”, una de las interpretaciones vocales más desoladoras de Jagger.

Shine a Light

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