The Rolling Stones
The Rolling Stones
1964
[wow, ¡ya cincuenta años!]
Los Rolling Stones son la banda más grande del mundo. Tal es
su tamaño que, si bien tienen sitios canónicos, sumamente conocidos, también
tienen lugares poco explorados; algunos son, hay que decirlo, inhóspitos; unos
más ni vale la pena visitar. Del enorme monstruo que son los Stones algunos
conocen los temas más famosos, “(I Can’t Get No) Satisfaction”, “Gimme Shelter”
(y con Scorsese…), “Paint It Black”, “Sympathy For The Devil” y un largo
etcétera. Otros son felices con los álbumes más emblemáticos: Aftermath, Between The Buttons, Some
Girls y, especialmente, sus inigualables obras maestras de 1968 a 1972: Beggars Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers
y Exile On Main Street (probablemente mi álbum favorito de todos los tiempos).
Y
bien, una de las regiones no siempre exploradas pero que, sin duda alguna,
realmente vale la pena conocer de los Stones son sus primeros álbumes. Creo que
no siempre tienen el reconocimiento que merecen. Acaso esto se deba, por una parte,
a que eran álbumes compuestos principalmente de covers (dicen que en 1965 Bob
Dylan se refirió a ellos como la “banda de covers”). Por otra parte, tenemos el
revoltijo provocado por el hecho de que, como con muchas producciones
discográficas de la época, existen versiones estadounidenses y británicas de
sus primeros álbumes. También es cierto que sus covers más notables, así como
sus primeras composiciones, se pueden encontrar y disfrutar en varias
compilaciones (una muy recomendable es la Singles
Collection: The London Years; otra, más reciente, es la edición de lujo de Grrr!). A propósito de las diferentes
ediciones, como muchos sabrán, a inicios de los sesenta los álbumes eran más un
conjunto de canciones reunidas en una sola grabación que propiamente una unidad
o un concepto. Lo que importaba eran los singles. En Inglaterra, los álbumes
eran una suerte de entremés para esperar el gran single del artista y no solían
incluir los singles; en Estados Unidos, en cambio, los álbumes sí podían
contener los singles, lo que aseguraba un mayor éxito de ventas.
Todo
esto viene a cuento porque, ¡hey, el álbum debut homónimo de los Stones (y titulado
en Estados Unidos, de manera elocuente y profética, England’s Newest Hit Makers) es un gran álbum!, a pesar de que sus
piezas no suelen ser incluidas en las numerosas compilaciones de grandes éxitos
de la banda. Sí, es prácticamente un álbum de covers (con tres excepciones), y
en alguna ocasión Mick Jagger declaró, en referencia a uno de los covers del
álbum, “I’m a King Bee”, de Slim Harpo, “¿cuál es el sentido de escucharnos
interpretar ‘I’m a King Bee’ cuando puedes escuchar a Slim Harpo hacerlo?”. No
es una mala pregunta, pero The Rolling
Stones es una buena respuesta: una verdadera explosión de energía de R&B,
rock and roll y blues que no le pide mucho al Banquet o al Exile (y, en
lo personal, no puedo imaginar la existencia de bandas como The Stooges sin
covers de los Stones como “I’m a King Bee”).
Probablemente toda banda de
jóvenes rockeros comienza con sus covers favoritos y con el deseo de conquistar
el mundo. Y este deseo es notable en The
Rolling Stones. Obviamente, uno escucha el álbum sabiendo que se trata de
una de las bandas más importantes de la historia del rock, pero puede resultar
interesante escucharlo teniendo en mente que es una banda que quiere ser la más
grande de todas: Mick Jagger pone las reglas del juego y nos da a conocer su
sello personal desde el inicio en la rocanrolera “(Get Your Kicks On) Route 66”,
compuesta por Bobby Troup (y popularizada por Chuck Berry), pero que los Stones
hacen suya. Es imposible no comenzar a bailar. E igualmente es imposible
detenerse en la bluesera “I Just Want To Make Love To You”, donde las guitarras
de Brian Jones (quien nos deleita también con una frenética armónica) y Keith
Richards aceleran la marcha y Jagger comienza a sonar con mayor furia. Aquí los
Stones no son una banda de covers, reinventan a Willie Dixon (como también lo
hicieron un año después con la brillante “Little Red Rooster”) y a Muddy Waters.
Desde aquí es muy claro que si bien los Stones y los Beatles rinden tributo a ídolos
compartidos (Chuck Berry, Buddy Holly, Little Richard, entre otros), los
primeros tomarán un camino mucho más sucio, salvaje y pantanoso —finalmente le
deben su nombre a una canción de Muddy Waters. Los Beatles hicieron que Chuck
Berry sonara más pop y dulce (“Roll Over Beethoven”, “Rock and Roll Music”); en
cambio, los Stones toman temas “Carol”, uno de los momentos cumbres del debut,
y los hacen explotar. No me parece casual que “Carol” sea incluida en uno de
los álbumes en vivo más emblemáticos no sólo de los Stones, sino de la historia
del rock, Get Yer Ya Ya’s Out, un
ícono del fin turbulento de la década de los sesenta.
Carol
Pero The Rolling
Stones no es solamente una explosión de rock and roll y blues. También
tiene momentos más lentos y conmovedores, como en el cover de Jimmy Reed, el
seductor blues “Honest I Do”; en la desesperada “Mona (I Need You Baby)”, de Bo
Diddley (que en la versión norteamericana del álbum es sustituida por el
fantástico cover de Buddy Holly “Not Fade Away”, aunque igual es reinventada y
el resultado parece una canción de Diddley); así como en la balada pop sobre
una fallida relación, “Tell Me (You’re Coming Back)”, en donde la mancuerna
Jagger-Richards da sus primeras muestras de genialidad como compositores (y no
deja de ser llamativo que la primera canción de Jagger y Richards en aparecer
en un álbum de los Stones sea una balada pop y no un blues o un R&B).
Tell Me
Menos
de un año después, los Stones lanzarían su segundo álbum, el también clásico The Rolling Stones No. 2 (aunque la
versión estadounidense, The Rolling
Stones, Now!, es más conocida), los sencillos “(I Can’t Get No)
Satisfaction”, “Get Off of My Cloud”, y el resto de la historia es bien
conocida.