Galimatazo: rock, folk, electrónica y más música
"...así funciona el artículo como crítica: en el movimiento constante de la descripción a la emoción y la identidad, a través de las cuestiones de género, texto e interpretación, conocimiento, verdad y sentimiento" Simon Frith, "Música e identidad"
martes, 31 de diciembre de 2019
jueves, 21 de junio de 2018
McCartney, 2018
El día de ayer, Macca anunció que el próximo 7 de septiembre saldrá su nuevo álbum, Egypt Station, y también lanzó un nuevo sencillo con dos “lado A” —sí, como los emblemáticos dobles-lado-A “Day Tripper”/“We Can Work It Out”, “Strawberry Fields Forever”/“Penny Lane”, “Come Together”/“Something” y “Hi Hi Hi”/“C Moon”—, conformado por las canciones “I Don’t Know” y “Come On To Me”. Si tuviéramos que comparar —pero no tenemos, nadie nos lo pide—, acaso nos recuerde un poco al primer sencillo doble A: una melancólica balada y una pieza rockera.
No, “I Don’t Know” y “Come On To Me” no son “We Can Work It Out” y “Day Tripper”. Pero hay que decir que son muy buenas canciones. Sobre todo, para escuchar los últimos álbumes de McCartney, hay que ignorar una narrativa muy común que nos cuenta que las grandes estrellas de rock de los sesenta —McCartney, los Rolling Stones, Bob Dylan— tuvieron su mejor época en esa década, con trabajos notables en los setenta, y que desde finales de los setenta, pero sobre todo en los ochenta, todo vino en picada. A esta narrativa podríamos añadir a músicos y bandas posteriores como Bruce Springsteen o U2, el punto es el mismo: ya son íconos, su legado está en el pasado, los nuevos álbumes que lanzan sólo sirven para organizar una nueva gira mundial —en donde las audiencias esperan escuchar los clásicos, si acaso alguna nueva canción—, que la revista Rolling Stone publique que tu disco fue el disco del año y, claro, para hacer más dinero.
McCartney no encaja en esa narrativa. Sí, después de un pico creativo con Wings en la década de los setenta —sobre todo con Band On The Run, de 1973, Venus And Mars, de 1975, y la espectacular gira mundial registrada en uno de los mejores discos de rock en vivo, Wings Over America, de 1976—, la discografía de McCartney tuvo altibajos hacia fines de los setenta; pero a inicios de los ochenta lanzó uno de sus mejores discos, Tug Of War (1982); en la segunda mitad de los noventa, después de participar en el proyecto Anthology de The Beatles, revivir la historia del cuarteto de Liverpool e incluso trabajar en “nuevas” canciones de los Fab Four —en realidad, demos de John que Paul, George y Ringo trabajaron: “Free As A Bird”, “Real Love”—, Macca nos dio uno de sus mejores trabajos: Flaming Pie (1997). A mediados de la primera década de los 2000 hizo lo propio con el magnífico Chaos And Creation In The Backyard (2005) y, más recientemente, en 2013, con su último álbum de estudio: NEW (2013). Por lo menos, McCartney ha lanzado una obra maestra en cada década desde los años sesenta.
Sobre todo, McCartney no se repite. Desde luego, por momentos se pone “beatlesco”. Si Flaming Pieresultó “beatlesco” porque Paul recién había participado en el proyectoAnthology, su próximo álbum, Egypt Station, viene justo después de que el ex Beatle participó en la nueva mezcla del clásico Sgt. Pepper’s Lonely Hearts Clubd Band, realizada por Giles Martin —hijo de George Martin, considerado el “quinto Beatle”— con motivo del 50 aniversario de dicha obra. “Pepper fue una gran influencia”, dijo Macca en una entrevista a DIY (y, además, Egypt Station saldrá un par de meses antes de que se celebre el 50 aniversario del “Álbum blanco”).
Lo primero que escuchamos en “I Don’t Know” es una melancólica línea de piano en sol menor. ¿Es el sonido del último sencillo lanzado por un Beatle?, ¿es la continuación de una de las canciones incompletas de Lennon, “Now And Then”, que los Beatles estuvieron a punto de terminar? Unas líneas después entra una guitarra acústica. Luego acordes en si bemol y mi bemol, ambos mayores, que anuncian un tono más alegre. E inmediatamente la voz de 75 años de McCartney —el pasado 18 de junio cumplió los 76— cantando “I got crows out my window, dogs at my door”. No es una tonta canción de amor, sino una balada que bien podría estar en Flaming Pieo Chaos And Creation, más madura, más grave. Aunque su melodía y los cambios de acordes nos resulten comunes, familiares, la interpretación es lo central: la voz vulnerable de quien probablemente es el músico más influyente del siglo XX. ¿Qué es lo que McCartney no sabe? Yo tampoco lo sé.
I Don’t Know
E, inmediatamente, “Come On To Me”. Debo admitir que la primera vez que escuché la canción, cuando McCartney y su banda la tocó por primera vez en vivo en el Philharmonic Pub en Liverpool el pasado 9 de junio, me pareció un rock genérico un poco decepcionante: una secuencia de poderosos acordes de guitarra eléctrica —sol, do, fa, sol—, pero muy comunes, un coro que repite “Did you come on to me / Will I come on to you / If you come on to me / Will I come on to you” y, luego, unos “do do do do do”… ¿qué más genérico?
Pero el video de la presentación en vivo termina justo cuando empieza la mejor parte de la canción. En general, la versión en estudio es muy superior a la pobre versión en vivo que escuchamos hace unos días. Ahora los “do do do do do” están respaldados por unos vibrantes acordes de piano à la “Lady Madonna” y, hacia el final del segundo minuto de la canción, entra una beatlesca línea de guitarra acompañada por una sección de metales. Y un final también digno de los Beatles, con un aparente final —como en “Helter Skelter”—, en el que Macca grita, a capela, “Yes I will, yes I will, Yes I will now”, para que después regresen los demás instrumentos, incluyendo… una cítara. Ya espero escuchar esta canción en vivo —iría muy bien junto con “Got To Get You Into My Life”, aunque el 9 de junio la tocó entre “Drive My Car” y “I’ve Just Seen A Face”.
Come On To Me
A pesar de sus colaboraciones con músicos y productores jóvenes, dudo que Egypt Station vaya a ser uno de los álbumes emblemáticos de 2018. Para el pop de vanguardia ya contamos con la genial Janelle Monáe y su excelente Dirty Computer; Beach House ha lanzado una obra maestra de dream pop/shoegaze con 7; Nicholas Jaar, bajo el nombre de Against All Logic, nos ha dado este año una increíble mezcla de electrónica, disco y house de los setenta y ochenta con 2012-2017; probablemente sea David Byrne el autor de la mejor gira del 2018 —con su America Utopia. Y, a mí gusto, han sido sobre todo bandas lideradas por jóvenes músicas —Snail Mail, Soccer Mommy, Hop Along— quienes han hecho el mejor rock retro —muy noventero— en este año. Pero si el resto de las “estaciones” de Egypt Station son como “I Don’t Know” y “Come On To Me”, seguro Macca nos hará pasar un buen rato este año.
viernes, 20 de noviembre de 2015
El último Bowie
David Bowie está de regreso. En realidad, volvió a la escena musical desde hace ya casi tres años, cuando el 8 de enero de 2013 lanzó el sencillo "Where Are We Now?", una bellísima, triste, nostálgica balada que remite a una de las épocas doradas de Bowie, su "trilogía de Berlín", así como a los días de la capital alemana antes de la caída del Muro en 1989.
"Where Are We Now?" fue el primer sencillo y el adelanto de The Next Day, el primer álbum de Bowie en toda una década (el último disco en estudio que había sacado es Reailty, de 2003) y que fue lanzado a inicios de marzo de 2013. The Next Day es un buen álbum -acaso un muy buen álbum- de rock (un buen ejemplo es "The Stars (Are Out Tonight)", pero ciertamente no representa un nuevo paso en la camaleónica ni experimental trayectoria de Bowie. Fue un magnífico regreso, sí, pero los fans de Bowie encontramos pocos elementos novedosos en el álbum (no fue, pues, un viraje a la Aladdin Sane, Young Americans, Low, Scary Monsters, etc.).
Eso sí, recomiendo ampliamente escuchar el disco "extra" de The Next Day, que incluye verdaderas joyas como el remix de "Love Is Lost" realizado por el genial James Murphy (de la lamentablemente extinta banda LCD Soundsystem). El remix de Murphy, titulado "Love Is Lost (Hello Steve Reich Mix for the DFA)", remite, como su título lo indica, al minimalismo electrónico y la "música de aplausos" de Steve Reich (sobre todo al inicio de la canción); pero es la explosión de piano y sintetizadores (tan característicos de la música electrónica de DFA), a la mitad de la canción lo que hace a esta versión de "Love Is Lost" una de las mejores piezas en la carrera toda de Bowie. Es uno de los claros ejemplos en donde el remix supera -y con creces- a la original.
(Como paréntesis: Bowie y Murphy también participaron juntos en el último álbum de Arcade Fire, el excelente Reflektor). (Otro paréntesis, Bowie fue un personaje clave en el impulso inicial de Arcade Fire. No es que esta banda canadiense lo necesitara, pues su álbum debut, Funeral, es sin lugar a dudas uno de los mejores álbumes de los últimos diez años y, personalmente, es mi banda de rock favorita de la última década).
Si The Next Day no fue fuerte en términos de experimentación, Bowie sí ha explorado nuevas rutas en los últimos dos años. O, más bien, pareciera que retomó la muy interesante ruta trazada en "Bring Me the Disco King", la oscura balada mezcla de samba y jazz que cierra Reality (a mi juicio, una de las mejores canciones de ese álbum).
Así, el año pasado, Bowie lanzó "Sue (Or In A Season Of Crime)" como sencillo para promocionar el álbum compilatorio Nothing Has Changed. "Sue" es una interesante pieza que, durante poco más de 7 minutos, juega con un oscuro free jazz y que cuenta con la participación de la magnífica Maria Schneider Orchestra.
Y, siguiendo las pistas de "Sue", el día de ayer Bowie lanzó el bizarro video de su nuevo sencillo, titulado -à la Prince- "★ (o "Blackstar"). Musicalmente, Bowie continúa con el tono oscuro y el free jazz de "Sue", aunque expande el tiempo -a 10 minutos-, lo que le permite, como lo hiciera con "Station To Station", probar con pasajes más claros e iluminadores.
Desde sus inicios, Bowie ha jugado con la idea de la exploración del espacio exterior para abordar profundos temas humanos. Recordemos la clásica "Space Oddity" en la que el emblemático y solitario astronauta Major Tom queda desconectado de la tierra o al mesiánico y andrógino alien "Ziggy Stardust" que visita a una Tierra que está a cinco años de desaparecer. Ahora Bowie indaga los lugares más oscuros del espacio, las estrellas negras y se pregunta cuántas veces un ángel cae. El video de la canción, oscuro, surreal, que bien podría formar parte de alguna tétrica película de David Lynch (personalmente, la máscara de Bowie me recordó al espeluznante fantasma protagonista de El Orfanato de Del Toro). Es una épica desoladora, que Bowie lanza precisamente en un momento en el que en todo el mundo vislumbramos oscuras estrellas negras en el horizonte.
domingo, 2 de marzo de 2014
The Rolling Stones: The Rolling Stones
The Rolling Stones
The Rolling Stones
1964
[wow, ¡ya cincuenta años!]
Los Rolling Stones son la banda más grande del mundo. Tal es
su tamaño que, si bien tienen sitios canónicos, sumamente conocidos, también
tienen lugares poco explorados; algunos son, hay que decirlo, inhóspitos; unos
más ni vale la pena visitar. Del enorme monstruo que son los Stones algunos
conocen los temas más famosos, “(I Can’t Get No) Satisfaction”, “Gimme Shelter”
(y con Scorsese…), “Paint It Black”, “Sympathy For The Devil” y un largo
etcétera. Otros son felices con los álbumes más emblemáticos: Aftermath, Between The Buttons, Some
Girls y, especialmente, sus inigualables obras maestras de 1968 a 1972: Beggars Banquet, Let It Bleed, Sticky Fingers
y Exile On Main Street (probablemente mi álbum favorito de todos los tiempos).
Y
bien, una de las regiones no siempre exploradas pero que, sin duda alguna,
realmente vale la pena conocer de los Stones son sus primeros álbumes. Creo que
no siempre tienen el reconocimiento que merecen. Acaso esto se deba, por una parte,
a que eran álbumes compuestos principalmente de covers (dicen que en 1965 Bob
Dylan se refirió a ellos como la “banda de covers”). Por otra parte, tenemos el
revoltijo provocado por el hecho de que, como con muchas producciones
discográficas de la época, existen versiones estadounidenses y británicas de
sus primeros álbumes. También es cierto que sus covers más notables, así como
sus primeras composiciones, se pueden encontrar y disfrutar en varias
compilaciones (una muy recomendable es la Singles
Collection: The London Years; otra, más reciente, es la edición de lujo de Grrr!). A propósito de las diferentes
ediciones, como muchos sabrán, a inicios de los sesenta los álbumes eran más un
conjunto de canciones reunidas en una sola grabación que propiamente una unidad
o un concepto. Lo que importaba eran los singles. En Inglaterra, los álbumes
eran una suerte de entremés para esperar el gran single del artista y no solían
incluir los singles; en Estados Unidos, en cambio, los álbumes sí podían
contener los singles, lo que aseguraba un mayor éxito de ventas.
Todo
esto viene a cuento porque, ¡hey, el álbum debut homónimo de los Stones (y titulado
en Estados Unidos, de manera elocuente y profética, England’s Newest Hit Makers) es un gran álbum!, a pesar de que sus
piezas no suelen ser incluidas en las numerosas compilaciones de grandes éxitos
de la banda. Sí, es prácticamente un álbum de covers (con tres excepciones), y
en alguna ocasión Mick Jagger declaró, en referencia a uno de los covers del
álbum, “I’m a King Bee”, de Slim Harpo, “¿cuál es el sentido de escucharnos
interpretar ‘I’m a King Bee’ cuando puedes escuchar a Slim Harpo hacerlo?”. No
es una mala pregunta, pero The Rolling
Stones es una buena respuesta: una verdadera explosión de energía de R&B,
rock and roll y blues que no le pide mucho al Banquet o al Exile (y, en
lo personal, no puedo imaginar la existencia de bandas como The Stooges sin
covers de los Stones como “I’m a King Bee”).
Probablemente toda banda de
jóvenes rockeros comienza con sus covers favoritos y con el deseo de conquistar
el mundo. Y este deseo es notable en The
Rolling Stones. Obviamente, uno escucha el álbum sabiendo que se trata de
una de las bandas más importantes de la historia del rock, pero puede resultar
interesante escucharlo teniendo en mente que es una banda que quiere ser la más
grande de todas: Mick Jagger pone las reglas del juego y nos da a conocer su
sello personal desde el inicio en la rocanrolera “(Get Your Kicks On) Route 66”,
compuesta por Bobby Troup (y popularizada por Chuck Berry), pero que los Stones
hacen suya. Es imposible no comenzar a bailar. E igualmente es imposible
detenerse en la bluesera “I Just Want To Make Love To You”, donde las guitarras
de Brian Jones (quien nos deleita también con una frenética armónica) y Keith
Richards aceleran la marcha y Jagger comienza a sonar con mayor furia. Aquí los
Stones no son una banda de covers, reinventan a Willie Dixon (como también lo
hicieron un año después con la brillante “Little Red Rooster”) y a Muddy Waters.
Desde aquí es muy claro que si bien los Stones y los Beatles rinden tributo a ídolos
compartidos (Chuck Berry, Buddy Holly, Little Richard, entre otros), los
primeros tomarán un camino mucho más sucio, salvaje y pantanoso —finalmente le
deben su nombre a una canción de Muddy Waters. Los Beatles hicieron que Chuck
Berry sonara más pop y dulce (“Roll Over Beethoven”, “Rock and Roll Music”); en
cambio, los Stones toman temas “Carol”, uno de los momentos cumbres del debut,
y los hacen explotar. No me parece casual que “Carol” sea incluida en uno de
los álbumes en vivo más emblemáticos no sólo de los Stones, sino de la historia
del rock, Get Yer Ya Ya’s Out, un
ícono del fin turbulento de la década de los sesenta.
Carol
Pero The Rolling
Stones no es solamente una explosión de rock and roll y blues. También
tiene momentos más lentos y conmovedores, como en el cover de Jimmy Reed, el
seductor blues “Honest I Do”; en la desesperada “Mona (I Need You Baby)”, de Bo
Diddley (que en la versión norteamericana del álbum es sustituida por el
fantástico cover de Buddy Holly “Not Fade Away”, aunque igual es reinventada y
el resultado parece una canción de Diddley); así como en la balada pop sobre
una fallida relación, “Tell Me (You’re Coming Back)”, en donde la mancuerna
Jagger-Richards da sus primeras muestras de genialidad como compositores (y no
deja de ser llamativo que la primera canción de Jagger y Richards en aparecer
en un álbum de los Stones sea una balada pop y no un blues o un R&B).
Tell Me
Menos
de un año después, los Stones lanzarían su segundo álbum, el también clásico The Rolling Stones No. 2 (aunque la
versión estadounidense, The Rolling
Stones, Now!, es más conocida), los sencillos “(I Can’t Get No)
Satisfaction”, “Get Off of My Cloud”, y el resto de la historia es bien
conocida.
martes, 16 de abril de 2013
Yeah Yeah Yeahs: Mosquito
Yeah Yeah Yeahs
Mosquito
2013
Hoy salió el cuarto álbum de los Yeah Yeah Yeahs, titulado,
hum, Mosquito. Lamentablemente, lo
primero que salta a la vista es la horrenda portada del álbum. Y digo
lamentable porque el álbum no es, hay que decirlo, horrendo. Los Yeahs han
tenido una sólida trayectoria. Su álbum debut, el punk crudo Fever to Tell, es en verdad excelente, y
fue de los mejores álbumes de lo que a inicios de la década pasada se llamaba
con frecuencia el “regreso del rock” (al menos del rock clásico), aquella era a
la que pertenecen los también ya clásicos White
Blood Cells y Elephant de The
White Stripes e Is This It? de The
Strokes. El segundo álbum de los Yeahs, Show
Your Bones, dejó un tanto atrás el punk de su antecesor y probó más con el
rock clásico de estadio (con nuevos himnos de concierto como “Cheated Hearts”)
y, en su magnífica tercera placa, It’s
Blitz!, probaron más con el rock pop de sintetizadores y el disco de los
ochenta y con baladas verdaderamente conmovedoras. A pesar de sus constantes
cambios de estilo, la banda nunca perdió su actitud
(subrayo actitud, especialmente de la carismática vocalista Karen O) y su
excelente mezcla de rock explosivo y un lado tierno, cuya mejor muestra es, sin
duda, “Maps”.
Cuando
escuché la primera muestra en estudio de Mosquito,
la excelente “Sacrilege”, pensé que, de nuevo, los Yeahs se movían en nuevos
territorios y que tendríamos un genial cuarto álbum. Ni punk, ni rock de
estadio ni rock pop de sintetizadores; “Sacrilege” se mueve en el gospel. Lo
primero que escuchamos es a Karen O cantando con su voz suave “Fallen for a
guy, fell down from the sky”, para irrumpir con sus característicos gritos, “In
our bed, in our bed!”. Luego entran los magníficos licks de guitarra de Nick
Sinner acompañando al coro de la canción para llegar al clímax con los coros
gospel. No es un canto de salvación, sino una oda al pecado original.
“Sacrilege” es la “Gimme Shelter” de los Yeahs (claro, no puede haber otra
“Gimme Shelter”, pero esto es algo muy cercano).
Sacrilege
A “Sacrilege” le sigue “Subway”, donde los Yeahs también dan
un decidido paso hacia delante. La canción es una muy buena continuación de
“Sacrilege”: Karen O conduce el tema con unos delicados falsetes, acompañados
de las líneas de guitarra de Sinner, al ritmo del galope del metro. Es una de
las mejores atmósferas que la banda ha logrado, que transmite la oscuridad y
soledad entre las masas que uno puede llegar a sentir en un metro. Pero luego
todo cambia. El tema “Mosquito” emula el punk desenfrenado de Fever to Tell, pero no logra ni de cerca
la genialidad de temas como “Pin” y “Tick”; por el contrario, después de las
excelentes “Sacrilege” y “Subway” suena anacrónica, forzada, un paso atrás. Lo
mismo, o cosas peores, puede decirse de “Area 52”. La banda había anunciado un
regreso a sus orígenes, pero no todo back
to basics resulta afortunado. Otra decepción (aunque menor) es “Buried
Alive”: producida por James Murphy (de la lamentablemente extinta LCD
Soundsystem), uno se esperaba que explorara un mejor disco-punk, muy digno de
LCD y de los propios Yeahs.
Subway
Pero si bien la parte media de Mosquito es irregular (una excepción es “Under the Earth”), hacia
el final, los Yeahs parecen tomar la dirección de It’s Blitz! y cierran con tres baladas que hacen que el álbum valga
la pena (tal vez exagero, es un buen álbum, pero después de su excelente
antecesor, uno se esperaba mucho más). El cambio de ambiente comienza con
“Always”, pero alcanza sus mejores momentos con “Despair” y “Wedding Song”.
“Despair” es una balada rock que bien podría estar en Show Your Bones; “Wedding Song”, por su parte, es lo más cercano de
Mosquito a la conmoción “Maps”: es
una tierna balada de piano en donde Karen O le canta a su esposo “You’re the
breath that I breathe, the breath that I breathe”. No llega a estallar como
“Maps”, pero O y compañía realmente llegan a conmover.
Wedding Song
domingo, 14 de abril de 2013
Jai Paul: Track 2
En el 2011, el músico británico Jai Paul cobró fama por el
lanzamiento de un demo que grabó originalmente en el 2007 y comenzó a circular
con mayor amplitud en el 2010, “BTSTU”. El tema era, en verdad, intrigante. Un
perfecto desconocido comenzaba su debut con un falseto advirtiendo “Don’t fuck
with me, don’t fuck with me”, en un ambiente electro-funk repleto de
sintetizadores que no dan pista alguna al escucha de a dónde lo van a llevar.
No importa, el camino era incierto pero fascinante. Fue hasta el 2012 que
pudimos escuchar un poco más, una canción más, del misterioso Jai Paul, la
bella “Jasmine”, un R&B también repleto de sintetizadores que muy bien
podría estar en el Discovery de Daft
Punk junto a temas como “Something About Us”. De nuevo, fue todo lo que tuvimos
de Jai Paul.
Hasta ahora.
Justo hoy en la mañana, Jai Paul subió a su
página en Bandcamp su álbum debut para descarga gratuita. ¿Título?, aún no lo
sabemos. ¿Nombres de las canciones? Tampoco. Bueno, son dieciséis temas,
algunos (como “BTSTU”, “Jasmine”, así como el cover de Jennifer Page, “Crush”)
los conocemos. Así que el misterio sigue. Pero les recomiendo ampliamente descargar
y escuchar el álbum. Por el momento dejo abajo el excelente track 2, que comienza
con unas muy rítmicas percusiones sudasiáticas, guitarras funk, lluvias de sintetizadores
de videojuegos, un muy buen saxofón que entra de manera inesperada y constantes
cambios de voces (incluyendo el bello falsete de Jai Paul y unos coros hindi). Es
tan sólo el comienzo del esperado y aún misterioso álbum debut de Jai Paul.
Pueden descargar el álbum aquí y escuchar el track 2 abajo:
miércoles, 10 de abril de 2013
James Blake: Overgrown
Overgrown
2013
Recuerdo que, hacia finales del 2010, experimenté la
sensación, poco común, y ciertamente reforzada por los medios, de que un álbum
debut de un artista “nuevo” sea tan, tan esperado. Tal fue el caso del primer
álbum del joven británico James Blake. ¿A qué se debía tanta expectativa? A que
meses antes Blake había lanzado tres EPs sensacionales y bastante innovadores (The Bells Sketch, CMYK y Klavierwerke), muy
en la línea post-dubstep magistralmente representada por Burial, Flying Lotus,
entre otros. La manera como el joven inglés mezcló a Kelis y Aaliyah en la
magnífica “CMYK”, o como utilizaba el espacio y los silencios en la muy bella
pieza “I Only Know (What I Know Now)”, dos temas ya clásicos de esta década, no
podían hacer más que generar muy altas expectativas de la opera prima de este talentoso músico británico.
Y bien, James Blake, lanzado a inicios del 2011, no decepcionó, si bien no
era lo que los tres EPs anteriores parecían anticipar. Blake le bajó a la
experimentación instrumental post-dubstep y, cual cantautor en su piano,
escribió más temas vocales, probando más con el R&B y el soul y generando
un ambiente muy íntimo, cuando no plenamente solitario, que algunos podrían
caracterizar como propio de un “Nick Drake electrónico”.
Si las expectaciones para el
primer álbum fueron altas, las del segundo lo son aún más, a pesar de algunos
altibajos en los últimos EPs de Blake (Enough
Thunder y Love What Happened Here).
Hay que recordar que las expectativas también eran muy altas cuando, en pleno
2011, Blake anunció que lanzaría una colaboración con Bon Iver, el artista
alternativo estrella de ese año gracias a su genial y hermoso álbum Bon Iver, Bon Iver. El resultado de la
colaboración, “Fall Creek Boy Choir”, no fue del todo espectacular como se
esperaba, y acaso eso dejó un mal sabor de boca (eso sí, tampoco hay que
olvidar que a finales del 2011 lanzó la estupenda “Love What Happened Here” en
el EP homónimo).
Cuando a inicios de febrero de
este año Blake dio a conocer “Retrograde”, primer sencillo de su segunda placa,
Overgrown, de nuevo, estallaron las
expectativas. “Retrograde” es un verdadero avance en la trayectoria de Blake.
Conserva sus mejores logros vocales (sus lamentos, sus pasajes de voces graves
a altas) y de manejo de tiempos y espacios rítmicos. Pero “Retrograde” es más
densa, con bajos mucho más cargados, aullidos que, si bien están en un lejano
fondo, no por ello son menos potentes. La canción va creciendo con la entrada
de los sintetizadores y el poderoso y apasionado soul de Blake llega a un
clímax cuando grita “suddenly I’m hit!”.
Retrograde
Pocos días después, el anuncio de la colaboración con ¡Brian
Eno! en el tema “Digital Lion” sólo provocó expectativas aún mayores. Y “Digital
Lion” también muestra un enorme crecimiento en Blake. De ser un joven
prácticamente desconocido entre el 2010 y 2011, después de su álbum debut, y
sobre todo para la preparación de Overgrown,
Blake se ha codeado con músicos como Björk, Drake, Bon Iver, Kanye West, Joni
Mitchell y, desde luego, con el Sr. Eno. Se dice incluso que los dos músicos y
experimentadores británicos se reunieron a tomar el té y a escuchar Sam Cooke
como parte de los trabajos preparativos de su colaboración. Bueno, la
minimalista “Digital Lion” nos remite a la experimentación del EP Klaviwerwerke, pero el protagonista ya
no es el piano, sino un potente bajo, unas percusiones galopantes, pesadas, con
el característico manejo de espacios y silencios y manipulaciones digitales
vocales de Blake, en una atmósfera fantasmagórica que no le pide nada a los
mejores trabajos ambientales de Eno.
Digital Lion
Entonces, enormes expectativas. ¿Y bien? En su conjunto, Overgrown no se distingue demasiado de
su antecesor. Al igual que James Blake,
en este segundo trabajo la melancolía gospel es el ambiente dominante. Resulta
una interesante mezcla, no propiamente de géneros musicales, sino de, podríamos
decir, inclinaciones musicales: desde los ritmos post-dubstep, el procesamiento
digital de voces, la figura del cantautor en piano, estructuras más
“convencionales” provenientes del gospel, del R&B y del soul… Acaso, en
términos líricos, resulte menos monológico (pensemos en el monólogo “The
Wilhelm Scream”), pero la voz de Blake sigue expresándose en lamentos soul y
R&B. Asimismo, encontramos unos ligeros toques jazz y hip-hop. Un excelente
ejemplo es la canción titulada, justamente, “Overgrown”, que abre el álbum de
manera semejante a como lo hace “Unluck” en el álbum debut, con ritmo
minimalistas, casi jazz, y los lamentos soul de Blake, como “I don't want to be a star, but
a stone on the shore”. Y al igual que sus memorables covers de “Limit To
Your Love” (de Feist) y “A Case of You” (de Joni Mitchell), o “Give Me My
Month” y “Measurements”, en Overgrown encontramos
momentos muy íntimos, y bellos también, en lo que destaca es la voz y el piano
de Blake. El primero de ellos es “I Am Sold” (al menos la primera mitad), en
donde Blake pareciera hacer un dueto fantasmagórico con él mismo, y, sobre
todo, en la más desnuda y acústica “DLM”. Sobre todo, Blake logra hermosos momentos
de soul minimalista, con lamentos à la
Thom Yorke, como en el cierre “Our Love Comes Back”.
Overgrown
Pero
Blake también prueba otras rutas, aunque, a mi gusto, no con tanto éxito. La
más evidente es la experimentación con el hip-hop en “Take a Fall for Me”,
donde aparece RZA (de Wu-Tang Clan) como invitado. Yo esperaba (en el sentido
de que deseaba) que Blake incursionara en el hip-hop, pero no creo que haya
logrado el mejor resultado, más bien, “Take a Fall” resulta una mezcla que no
se siente bien ensamblada. Otro caso sin éxito es “Voyeur”, que empieza con un
minimalismo muy Blake pero que luego se acelera con una velocidad tecno muy a
la Four Tet pero sin lograr la genialidad de este último. Un caso mejor logrado
es “Life Round Here”, con un riff de piano acompañado de percusiones
electrónicas, sintetizadores ochenteros y un poderoso ambiente R&B que se
acerca más a un Usher o un Justin Timberlake.
En
fin. Overgrown puede ser tan bueno
como James Blake, y eso, desde luego,
es algo magnífico. Es un muy buen álbum y que, considero, cambiará con futuras
escuchas. Sin embargo, carece del sentido de novedad que tuvo el álbum debut.
Blake nos ha mostrado repetidas veces su capacidad para la experimentación,
para el reciclaje, el bricolage, y cómo lograr resultados realmente hermosos.
Muy probablemente, si lanza futuros EPs en los próximos meses, serán más
experimentales e innovadores y marcarán futuras tendencias. Yo espero que sus
próximos LPs retomen los caminos geniales que Blake ha sabido trazar.
(Si te interesó, puedes ver la reseña del álbum debut, James Blake, aquí).
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